domingo, 28 de enero de 2007

Si de la Ingenuidad Fueramos…

Si las nubes
Como en otro tiempo,
Supieran traernos las figuras que alargabamos
Como estilizados embriones de masilla,
Esta. La mano,
Torpe o hábil,
Enferma o vigorosa,
¿descuidadamente me sorprendería desde los sótanos
con extrañas floraciones?
O capaz sería,
Si así me lo sugiriera una vela en descenso,
De creer haber nombrado todo
Y descansar como la tinta en su tintero,
Negra y pesada,
Que al papel puede tanto,
Inclinar los grandes faroles
Que sella los días con obstinado plomo,
O en su terquedad oscurecer
El rojo de los lacres.

Extraño Rencuentro

No sabría que responderte
Labrado y lívido pecio,
Si esta embriaguez de ligera espuma
Me llega hasta la cabeza
Y balbuceo en círculos
Tu inefable presencia
Y tu bello tributo.
Nadie sabe de tus odiseas,
De las tormentas que labaron tus quillas
Y mataron tu tripulación.
Sin embargo…
Yo te veo
Desde la serenidad,
Desde la última estación,
Desde la molienda dulcemente recogida y almacenada,
Desde tus grutas y tus minúsculos fiordos,
Y decido,
Acariciarte el verde vellón mojado,
No cuestionarte y sobrevivirme
Como un blanco y pálido escollo
En la engrasada muesca de tu lomo
- estanque marino de todas las olas. -

Paseo No Cero

Un sol negro,
Un eclipse lleno de hormigas.

Arando la cara con las manos
Se puede sospechar
la edad que esconde las luces,
Esa luz…¿dejó de ser la de antes?.

Los disfraces y el vestido de novia
Permanecen guardados,
Alguien toca la puerta:
¿Quien es?
Es el espejo,
El vendedor de imágenes,
El gran surtidor.

El niño que escondía los colores
Y los brillos en sus bolsillos
Se vuelve diente
Y la mordida despierta sospechas
En las tiendas de los perfumes.
Hay una piedra que llora
Y rebosa el infinito mar
Que guarda las peceras.

Entre una acuarela y un tapíz
Un hombre espera.
Todo le rodea.
Un sol negro.
Un eclipse lleno de hormigas.

La última cena

El abánico de techo del comedor
Girando marca los puntos de partida.
Tres ventanas en el fondo,
Como si estubieran coronando una madriguera,
En composición clásica arma una perspectiva
Que traza los oscuros ángulos
de los pilares del cielo.
Bajo el efecto de la sombra
de una Madera que cruje,
Una mesa con su tope de agua,
En números iguales
Dispone a los invitados,
Seis a la derecha seis a la izquierda.

Sobre el mantel, en el centro,
la hostia que separa al girasol de su candor,
sobre el reflejo del vino
multiplica los panes y las dosis de Prozac,
Las copas el laxante las elásticas pirámides
dominan el escenario,
El servicio de habas en el extremo derecho.
En el otro los secretos las conjeturas los puñales,
El chasquido de un cuajarón que se derrumba del techo.
Los platos a distancia La leche tibia
Completan el decorado.

Sentados todos en la mesa,
El que calienta sus manos en los primeros hornos,
coje una copa que descolora sus huesos
y agachándose levemente
rosa una colilla en sus largas rodillas,
Y sube sobre sus muslos,
un saturado rubor de niño.
Alrededor, un sonido de una cuña pujante
Tiznan a los comensales sus barbas que crujen como liendres secas,
Sus esponjosas tripas, sus crestas desafiantes
Las togas que cubren la carne sepia.



Afuera alguien con la mejilla rota espera en circulos.

No se preocupe mi distinguido anfitrión.
Todo está en su sitio.
Como usted lo dejo.

5:30 A.M. Habitación No.5

Que puede contener la respiración,
La respiración de cualquier persona…
La que te tropiezas en la calle
Tomando un bus hacia el duro firmamento
…¿el fin del mundo?…
………………………….
Lo demás es mentira,
…Pura mierda.

Mil cigarillos se prenden,
Otros mil se apagan
Y esta mañana,
Cuando la luz roja me corta los ojos
Como asperas cerezas
Glorificadas en un cerezo,
Me doy cuenta que la única salida,
Lo único que nos puede traer
El recuerdo azul del mar
Y el amarillo incadescente
Del ojo del infinito,
Es la falta de memoria
De lo que vivimos,
Cuando entre paredes prendemos
Nuestras pequeñas luces privadas
Que con el alba de la ventana
A menudo confundimos.

Refugio revisado

Hebras de descompuesta calma
Enumeradas por los pasos…
Algo nos quieren decir
Esos pozos azules,
La feroz circunvalación.

El circuito de las monedas enfermas
Jadeantes permanecen en el hocico húmedo.
El vapor en ascenso se apodera de todo.
El oxido,
La sombra pesada,

El diamamte arrojado violentamente,
El verano germinando
Como un lugar reconocido
Con sus ortigas que maduran
en los péndulos y paredes.

Es así como los refugios empiezan a multiplicarse.
A volverse más profundos.
A crecer y formar entre tierna ceda
Una crisálida dormilona
que se deshoja en la mente
Como una enferma jalea,

Un charco arrimándose al pensamiento,
El mar regresando a las caracolas,
La palabra abierta a la geometría vertical,
Y la boquilla…
fria como la muerte,

Se presenta como la artesana de los espejos
Que no fueron más que el ojo inmovil y sencillo
Por el cual aprendimos a ver el mundo,
Su colapso,
Su choque contra un inmenso cristal,
La hemorragia por sus alcantarillas,
El cielo riguroso
Donde despavoridas huyen
Las nubes dispersas.

Los Dados

Por donde rueden,
Aunque te arranque de tu costado
un pedazo de lodo,
templados y atentos
rastreen sus derrubios,
que la furiosa esfinge
con ligero sueño duerme entre lagartos,
por los oscuros anillos que resguarda el azar.

Al agitarlos entre los dedos
Que forman una urna,
Sobre sus caras de impasible Dios
Soplamos con premura
Y del uno al seis
Una mueca burlona disponen sus cifras,
Esparciendo sus negras semillas
Atrás del ardiente gallo.

Dios, por el azar implacable donde enana flota
Nuestra flor irrisoria de fe cristiana,
Deja intacta la belleza de los primeros fetos
Y devuelve a las campanas sus primeros fulgores.
Del fuelle sobre el hombro no avives los plieges furiosos
Y del brote de miasma no levantes sus dédalos
Cuando aprietes sobre el mundo tus inciertos pulgares
Al bendecir los dados con un trémulo beso.

Cuando cansados finalmente
Se agachen tus hoscos remolinos,
Que sea otro hombre el que con ojos brillantes
Te ruede por el alba donde cinglan el oro
Y no el que en su pecho florece
Como una mordida de musgo,
Los primeros abedules
Mansos y llorones.

Que nos quedará
Sino un vil orgullo,
Un mechón de barba en la mano temblorosa,
Un enguaje de ambrosia de blancas vomitonas,
Cuando soles bermejos
Del tablero requeman
Su verde terciopelo persa
En los bazares y salones.